Ángel Guardián

Cinco minutos en el paraíso.






Todo barrio tiene uno, a veces es el menos pensado, él, un moreno de un metro noventa y ocho de altura, con sus pelos largos metaleros, su compañera de ruta era una chaqueta de cuero negro de cuatro bolsillos con cierres brillosos, su blue jeans rotos por doquier eran la marca, su sello. Aquél gigante de pasos largos y zapatillas a medida era un incomprendido, un buenazo, inspiraba miedo con su voz ronca que raspaba los oídos y producía escalofríos en desconocidos, él era pura luz en un mundo de oscuridad. Su Linaje Azul metalizado corrupto lo definió en rebeldía, su primera novia fue Blanca, una chica viciosa que buscaba nuevos rumbos, el humo del cigarrillo lo seguía como el viento busca su libertad. Recuerdo su sonrisa, un garabato desalineado de dientes torcidos salidos de una historieta cómica. Qué personaje!, así y todo, el Gran Peter, con sus mil problemas, sus amistades peligrosas y su tiempo contado sobre una balanza de realidad se tomaba cinco minutos para correr entre los purretes y patear el esférico arruinado en ese potrero de esquina en el que coleccioné más de un raspón cuadrado de botín.

Saludos viejo amigo.