Transculturación del Pensamiento

Cuando la Transculturación (de una idea) se convierte en fanatismo personal... Las personas somos como esponjas, absorbemos según la medida en la que nos interese algo o nos ayude en cierta medida a provocar cambios radicales en nuestras vidas y en la de los demás. En todos los casos él/los individuo/s empiezan a mostrar cambios de conducta e ideas, es algo normal, no estoy descubriendo nada, su próximo nivel es hacer de esa idea una realidad tangible y la manera más efectiva de regurgitar todos los conceptos preestablecidos como "la verdad absoluta" es a través de pequeños conocimientos (testimonios de vida). A éste individuo lo denomino "el pequeño peón de batalla", es una idea básica, sencilla, con un guión claro y definido. Reclutar, instruir, potenciar y crear un ejército de mentes en blanco, con personalidades carentes de voz propia que necesitan un guión de luz ajena para poder brillar.


A qué nos enfrentamos Hoy ?

El Pequeño Peón de Batalla
Es una persona singular, se pasa toda su vida queriendo encajar en un modelo que no ha sido escrito o dibujado. Su imperativo personal es formar parte de algo, pero qué?, es ese algo. Por lo general son mentes endebles fáciles de transigir y de reclutar, son ciegos extremistas entregados a la voluntad ajena. Si los quieren identificar dentro de un grupo de personas son aquellas que viven buscando respuestas con las preguntas equivocadas.

Una Voz sin discrepancias es una Voz Muda
Una Voz sin Posición ni Oposición es una "voz vacía", es un mecanismo peligroso con un mensaje subliminal de una idea holística. Afirman un pensamiento ajeno haciéndoselo propio y a la hora de fundamentar desaparece ese "ser pensante y diferente" para darle espacio al manifiesto automático inculcado anteriormente en el período de adiestramiento.


Las voces deberían ser libres... sueltas al viento
en una nube de esferas prominentes de diferentes tonos,
La alegría de la diversidad pincelando el cielo Patrio
construyendo un nuevo sol cada día a los ojos de la conciencia.

By Gustav Dracko